Tipo de Ruta: Circular Dificultad: Media/Alta Recorrido: 16,3 km Ciclable: NO
Tiempo Total: 5:10 horas Tiempo en Movimiento: 3:41 horas Altitud
mínima: 995 metros
Altitud máxima: 1620 metros Desnivel
positivo: 912 metros Desnivel
negativo: 910 metros
Desnivel acumulado: 1822 metros Fuentes: NO Sombras: 30%
Recomendada: Otoño Realizada: 18-11-2019 Señalizada: NO
Descripción:
Alternando entre el Noreste y Suroeste, ésta semana
toca andar por el T.M. de Casillas
y disfrutar de la paleta de colores, de sus bosques de castaños, robles y pinos.
Ruta que valdrá un master en el estudio del castanea sativa;
para Javier, Olga y Pepa, que la semana anterior estuvieron andando también,
por el Castañar de El Tiemblo.
Desde la c/. La Rama y carretera local, seguimos
unos cien metros y nos desviamos a siniestra para ver la Parroquia de San Antonio de Padua. Reencontrada de nuevo a la calzada, en
dos pasos volvemos a dejarla, para continuar por c/. Linar; donde comienza el
espectáculo de tonalidades del arbolado castañero. Pasada la zona deportiva (Piscina,
campo de pádel y campo de futbol) e ignorando el desvío al Museo Etnográfico y Castaño Centenario,
llegamos a la bonita Área Recreativa
Eras del Prado (0:35h – 2,17km);
y su destacable Ermita de San Isidro.
Con rumbo norte, en solo cuatrocientos metros -pasando
junto a la Fuente de las Eras y
cruzado un camino- estamos en un desvío a derecha, por el de deberíamos haber
seguido. Pero el guía, oséase yo, entusiasmado con el Camino al Collado de las Vacas,
empedrado y alfombrado por hojas rojizas, prosigo casi un kilómetro, antes de
descubrir que vamos por camino equivocado.
Lo que conlleva, que tengamos que volver a pasar un
corto tramo embarrado, cosa que el grupo me agradeció ¿o era otra cosa lo que
comentaban? Ventajas de ir unos metros por delante, es que no oyes muy bien lo
que hablan y solo les veo las caras de felicidad.
De nuevo en el trazado correcto, cruzamos la Carretera
del Puerto de Casillas y vamos en busca de la zona del Venero Moro y La Cuesta (1:19h – 4,85km), donde se
presenta la primera y más importante rampa, con un 38%. Llaneando prácticamente
encontramos la bifurcación con indicaciones al Venero Moro (por dónde venimos) a Casillas y a El Puerto.
Por la dirección al puerto, hay otra bifurcación, en
la que hay que seguir hacia la Cuerda del
Lomo. Un buen camino, por el que ganamos altura y cruzamos
un regato (1:50h – 6,55km).
Luego se transita entre la Majada
Vicente y el Cerrado de
Villa, y llegado el momento, subimos monte a través (otro
momento de éxtasis del grupo, en que escuche quejas, por ser solo doscientos
metros), para enlazar con otro camino que enlaza con la pista/carretera, al
Puerto de Casillas.
Son las doce de la mañana, hace sol y estamos a
refugio del viento, por tanto, hora y momento de almorzar. Con la mochila más
ligera y el buche más lleno, reanudamos la marcha, pisando momentáneamente la
pista/carretera y proseguir hacia la cuerda del Cerro de la Piña y el Alto del Mirlo.
La senda que perseguimos, discurre ciento cincuenta metros
por debajo de las cimas y en la perpendicular del Alto
del Mirlo (3:33h –
10km), la dejamos, iniciando el descenso, virando a la
derecha y entrando un momento en tierras madrileñas del T.M. de Rozas de Puerto Real,
al saltar un muro de piedra. De nuevo en territorio abulense, entre pino y
robledal y sin senda visible, esquivando los cercados, conectamos con un paso común
que nos deja en el Camino de Casillas
(11,8km).
En éste punto la ruta que llevaba trazada, se ve
interrumpida por una alambrada, por lo que proseguimos
por la pista hasta la Fuente El Colmenar,
donde giramos a la izquierda, pasamos junto a un pequeñito embalse y
entroncamos con otro camino, que baja a la zona de las Eras del Valle y la Umbría
del Valle. Un lugar que nos traslada a cuentos de hadas y donde han
renacido los viejos castaños.
Cruzada la Garganta
<nombre genérico de los arroyos en Ávila> del Pajarero, continuamos cercano
al cauce, primero por una ancha vereda y luego por una bonita senda, que
desemboca en la ctra AV-P-702,
por cuya calzada regresamos al pueblo, cerrando la mágica ruta.
Aligerados de mochilas y cambiados de calzado, nos
acercamos a la Hospedería Tía
María, un modesto lugar, que ofrece una buena
comida casera y económica; donde por la mañana ya reservamos mesa.
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