jueves, 29 de marzo de 2018

Sepúlveda, Ermita San Frutos, Hoces del Duratón

Sepúlveda, Villaseca, Ermita de San Frutos, Hoces del Río Duratón


M A P A      T R A C K      FOTOS      WIKILOC

Tipo de Ruta: Ida y Vuelta
Tiempo estimado: 1 horas 30 minutos
Recorrido: 2,76 km
Dificultad: Baja 
Desnivel: Subida: 147 metros / Bajada: 147 metros / Acumulado: 294 metros
Recomendada: Todo el año
Realizada: 28-03-2018


Descripción:
Después de estar andando dos  horas, por la senda del Río Duratón, aguas abajo y arriba; del Puente de Villaseca. Donde vimos cuevas y disfrutamos del paseo por la ribera. Nos trasladamos a nuestro segundo propósito, ver los restos de la Ermita de San Frutos, y el magnifico meandro que el río hace, en torno al lugar.

Tras casi cuatro kilómetros por pista de tierra, llegamos al estupendo aparcamiento. Desde el que comienza el paseo, que desciende hasta el apartado emplazamiento, donde se levantó la Ermita de San Frutos.

Descendiente de familia visigoda y acomodada. San Frutos nació en el siglo VII y tenia dos hermanos; Valentín y Engracia. De acuerdo común y siendo muy jóvenes, repartieron todos sus bienes entre los pobres y se retiraron a este lugar para entregarse a la oración. Al fenecer San Frutos, a los 73 años de edad, sus hermanos marcharon a Caballar, siendo capturados y torturado por los moros. 

Comenzamos alegremente desde los 1.019 metros, descendiendo y asomándonos, a varios de los puntos que hacen de excelentes miradores, sobre las Hoces del Río Duratón, y el embalse de Burgomillodo. Teniendo siempre a la vista, los restos del templo.

Los restos que hoy contemplamos, es una construcción románica del siglo XII, construida sobre la pequeña iglesia visigótica del siglo VII, fundada por San Frutos y sus hermanos.

Para acceder a la ermita, hay que pasar sobre un puente de piedra, datado del 1757; que salva una grieta en la roca, conocida como “Cuchillada de San Frutos”. Pues cuenta la leyenda que fue el Santo, el que la produjo con su báculo, para salvar a un grupo de cristianos que huían de los moriscos.
Al otro lado del puente nos encontramos una formidable cruz de hierro, sobre un pedestal de piedra, que tiene grabadas siete llaves; que correspondían a las siete puertas que tenía Sepúlveda.

La cruz se erigió en recuerdo de la peregrinación, que en 1900 propicio el obispo de Segovia; José Ramón Quesada y Gascón (1898 – 1900).  

Nos adentramos en sus ruinas y llegamos al punto más bajo del recorrido sobre los (1,66km – 902m). Vemos el pequeñísimo cementerio, que daba reposo a los monjes, y regresamos, algo menos contentos, por la pendiente que tenemos que ascender; sumando que el sol esta pegando de lo lindo. Pero con calma, y algún que otro trago de agua, llegamos al coche.

Ahora a regresar a Sepúlveda, donde esperamos gratificarnos con la comida, y luego; callejearemos un poco, para conocerla mejor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario